6 nov 2010






THE ORIGIN OF SYMETRY IS OUT OF JOINT
Por Elvia Rosa Castro

Lo sospeché. Algo me decía que un título como “Elogio de la desnudez” ya había sido “encontrado”. Fue Emilio Ichikawa quien bautizó de ese modo su primer capítulo en El pensamiento agónico[1]. Lo re-encuentro buscando la anécdota de Adorno y las estudiantes desnudas pero la referencia me juega una mala pasada: la fuente primaria no era Emilio sino Peter Sloterdijk en Crítica de la razón cínica. [2] Ahí, el teórico alemán nos relata que “no mucho tiempo antes de que muriera Adorno (…) estaba el filósofo a punto de comenzar una lección magistral cuando un grupo de manifestantes le impidió acceder al podium. Entre los manifestantes destacaban jóvenes estudiantes que, como protesta ante el pensador, habían descubierto sus pechos. Lo que allí había era la mera carne desnuda que también ejercía la crítica (…). No era el poder desnudo lo que hacía enmudecer al filósofo, sino la violencia del desnudo.”
En las obras de José Manuel Mesías hay precisamente eso: una desnudez –acoto, no es física- que resulta violenta por su naturaleza visceral, por su tristeza. El origen de la simetría es un gesto de valentía fundamentada en la sinceridad y el desgarramiento personal, gesto que normalmente evitamos todos (“cada cual tiene su miedo y por si acaso no se quita la escafandra”). En tal sentido esta muestra es una suerte de ID o una autobiografía emplazada con todas las de la ley.
Es la desnudez ¿espiritual?, la memoria que emplaza, ese feeling intenso, la poesía que no pretende intelectualizarse, quien brinda el talante bello a las piezas, sobre todo a sus curiosos ready made, llevados a una condición aurática en la puesta en escena que los distancia de los conocidos objetos encontrados por Yornel Martínez, Irving Vera o Ezequiel Suárez. Aún así y sobre todo por eso, puedo decir que sus ready made, por ser entes impregnados de sentimiento, son animistas en el sentido estricto. Tienen vida, una existencia que trasciende a la obra de arte.
Derivado de lo anterior hay algo que puede parecer herético en estos tiempos y es esta idea que ahora suelto: las obras de José Manuel poseen una naturaleza doméstica indiscutible y en este sentido se me antojan incluso bodegones de nuevo tipo o naturalezas muertas con vida, tanto sus pinturas como los objetos. Yendo más allá, casan a Jose con los mejores exponentes de aquella segunda vanguardia cubana (Amelia o Mariano), o con la concepción de domesticidad que encontramos, por ejemplo en un Lezama: la casa como centro, como núcleo, alrededor del cual orbitan todos los seres.
Estas serían las directrices (desnudez y domesticidad) de un proceso creativo que también se afinca en cierto segmento de la historia insular (la pintura del guerrero está descentrada, fuera de lugar -a propósito- porque está avisando, publicando una arista que está por venir pero que es igual de entrañable). Detrás subyace esta autobiografía espacial: los temores, los amores, las obsesiones, las referencias que en, en su caso, pesan más las de la música y el cine que de las artes plásticas propiamente dichas. El título, además de decirnos que José Manuel escucha Origin of Symetry (2011), último álbum del grupo inglés Muse, es un guiño intertextual que, en primer lugar, responde a su propósito de crear un distanciamiento entre llamado –puede decirse que enajenado- y muestra,[3] de alejarse de la narración o de la evidencia que puede guardar un título. Él prefiere recurrir entonces a la música, donde resulta enigmático y hasta arbitrario nombrar una nota o viceversa. Hasta aquí pareciera, si seguimos a pie juntillas el título, que nos vamos a encontrar con un tratado renacentista sobre la creación y en este punto es donde brota el segundo argumento: no es precisamente eso (ni por asomo) y sin embargo delata la vocación moderna del artista (eh, eh, Jose, lo eres, artista). Un joven en extremo moderno, temeroso de la tradición, taciturno y guaroso, culto en medio del Barrio de Belén y para colmo en épocas donde la cultura y la ilustración, desafortunadamente, más que una virtud son una falta. Pero ahí va, casi a contracorriente, hidalgo. A buena hora.



[1] Emilio Ichikawa. El pensamiento agónico. Editorial ciencias sociales, La habana, 1996.
[2] Peter Sloterdijk. Crítica a la razón cínica. Ediciones Siruela, España, 2003. pp. 29-30.

[3] Uno de los mayores equívocos que recuerdo en este sentido fue la expo de Arturo Montoto, La lección de pintura. La mayoría creyó que era un gesto de alarde y pedantería bajo el supuesto de que Montoto quería enseñar a pintar, cuando en realidad, creo yo, estaba cuestionando a la representación y con ese pretexto creando planos abstractos que su pintura al uso evadía.







  
   


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